"La muerte de Dios se convirtió por un instante, en el capítulo más corto pero también en el capítulo más incomprendido, de la historia de la teología del siglo XX."
Debemos decir por principio de cuentas, que la teología en general no tuvo una buena recepción dentro de la iglesia de habla hispana, mucho menos la teología liberal, y que decir de la teología de la muerte de Dios, prácticamente es desconocida entre la iglesia latinoamericana. Hoy en pleno siglo XXI, hablar de Dios y su muerte, nos sigue costando a muchos la etiqueta no sólo de herejes sino también de ateos; quienes decidimos alejarnos del escaparate confesional nos hemos convertido en aquellos leprosos que temían acercarse a Jesús por miedo a los fariseos. Nuestra carne enferma, si queremos emplear una metáfora, son las llagas agusanadas sinónimo de nuestra razón e incredulidad que no nos permite aceptar el dogma que la ortodoxia ha impuesto.
Nuestros padres, quienes dieron vida al movimiento, Tomás Altizer y William Hamilton, analizaron al menos un par de razones sobre el por qué la teología de la muerte de Dios ha sido relegada al olvido. Por una parte, la propaganda que se le hizo al movimiento permitió que se convirtiera en una moda que pasaría rápidamente. Otros han caracterizado a nuestra teología como el último aliento de la teología liberal Protestante. Para Daniel J. Peterson, quien se ha dedicado a estudiar el tema con profundidad, el rechazo se encuentra en su nombre mismo.
La muerte, en la teología de la muerte de Dios, no es un estado final sino una manera sobre cómo Dios abandonó una forma o modo de ser para darle paso a otro.
John Caputo, teólogo de la deconstrucción, ha expresado que la mayoría de los teólogos de la muerte de Dios nunca han mirado la muerte de Dios como un destino final. A tal evento, también podríamos llamarlo: la muerte de la muerte de Dios. En resumen, Peterson piensa que: "la muerte de Dios fue el resultado de una campaña de desinformación, fue una mala elección de la palabra 'muerte' para describir lo que fue, para la mayoría de esos teólogos, fue una metamorfosis de Dios o al menos una modificación en la comprensión de Dios." Incluso, los teólogos que han seguido está corriente han empleado cierto tipo de lenguaje alternativo para describirla como una variante del pensamiento post-teísta (o después de Dios).
Después de hacer está aclaración sobre el término acuñado para describir la muerte, o dicho de otra manera, la metamorfosis de Dios, podemos continuar preguntando: ¿Quiénes son los teólogos de la muerte de Dios y qué predican? ¿Qué los motivo a reconocer o incluso afirmar la muerte de Dios, qué quieren decir, y qué soluciones ofrecen con respecto a cómo deberíamos vivir o cómo deberíamos expresar nuestra fe en un mundo cada vez más secular?
Para contestar a estás y otras preguntas, Peterson divide la teología de la muerte de Dios en tres categorías: la kenótica, la humanista y la profética.
El propósito de hacer está distinción es que todos aquellos que se acerquen a la teología de muerte de Dios, lo hagan superando la barrera de su nombre mismo y encuentren sentido a lo qué significó "la muerte de Dios" y lo qué podría significar ahora.
En la próxima entrada empezaremos a estudiar la kenosis radical de nuestra teología.
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