martes, 13 de febrero de 2024

Perdona y Muere

 

“…el perdón es mortal, pero que sin él las relaciones humanas son imposibles.”


 

Julie Reshe, filosofa ucraniana autora del libro Un Enfoque Psicoanalítico Negativo, escribió para la revista editada por Peter Rollins el articulo Perdona y Muere. Es interesante el planteamiento de Reshe porque no analiza al perdón desde una idea romántica e idealista sino hace lo contrario, lo analiza desde la idea del vacío existencial.

El sujeto, según Reshe es una nada eterna afianzado en la base de cualquier “algo”, es decir, el sujeto busca idealmente convertirse en, pero sin llegar a ser. Esa búsqueda eterna del sujeto es el vacío cubierto de fantasía, la fantasía son las relaciones genuinas entre sujetos ocurriendo en la dimensión de la nada. El amor, desde la perspectiva psicoanalítica-existencial no se constituye positivamente sino negativamente.

El núcleo genuino, concepto usado por Reshe para referirse al núcleo negativo del amor permite la existencia del verdadero amor, el que no enfrenta ni niega al vacío, sino que le permite existir. Lo que quiere decir Reshe es que lo que el sentido común considera una forma aceptable de amor, en realidad, es un suicidio y la destrucción mutua esta encubierta por una fantasía de armonía y unidad.

El ejemplo moderno puede verse en la cultura de la cancelación, la cual pretende expulsar de la sociedad al sujeto vacío en lugar de incluirlo. Así es como encarna la fantasía de una posible sociedad armoniosa. Aquellos que son considerados no aptos son expulsados con él propósito para formar una sociedad perfectamente armoniosa con aquellos que si son aptos.

Al final, no deja de ser una fantasía que encarna una forma de ignorar el lado negativo de las relaciones humanas. Para decirlo de otra manera, estos proyectos son formas de ignorar el mal como parte estructural de la existencia humana, ubican el mal en un determinado fenómeno, grupo de personas, evento histórico o desorden, abrigando la esperanza de que el mal pueda ser conquistado una vez que se destruya su fuente.

El mal en esta perspectiva no es estructural y absoluto, sino ajeno al ser humano, lo que significa que puede ser alienado, eliminado de la humanidad, se excluye a las personas equivocadas, se purifica a otras del pecado,  o se cura psicológicamente a otras de sus trastornos. Está es la forma ideal y positiva de una sociedad.

Una alternativa negativa a la fantasía positiva como forma de mantener las relaciones humanas es el perdón. La fantasía presupone la creencia en la posibilidad de relaciones armoniosas y no traumáticas. No reconoce su esencia traumática y su lado constitutivo negativo. El perdón, por otra parte, es lo opuesto a la fantasía. Es similar a las rupturas que constituyen las relaciones.

El perdón no destruye ni destierra al otro porque introduce una fantasía en defensa de personas buenas y malas (las cuales deben ser canceladas), o que hay cualidades en las personas buenas y malas (que deben ser corregidas o toleradas). El perdón se abstiene de la venganza, no pretende excluir a una persona, al asumir que el mal reside en tal persona y que su exclusión resolverá el mal. A diferencia del perdón, la venganza es un proyecto positivo y esperanzador porque tiene como objetivo eliminar el mal junto con su fuente asignada por la fantasía: una determinada persona o un determinado fenómeno. El perdón interrumpe este proceso positivo.

El perdón implica destrucción. El perdón destruye suavemente, no agresivamente. La venganza y el perdón son modos diferentes de pérdida. La venganza aniquila, mientras que el perdón sustituye. El perdón es el arte de soportar la nada devastadora del otro y de uno mismo. Es en ese espacio –mutuo y de autodestrucción– donde realmente nos encontramos con el otro. La destructividad del perdón conlleva a la coincidencia de la propia nulidad con la nulidad del otro.

Aceptar al otro en su ruptura existencial, en su vacío e incompresibilidad significa aceptar el mal. Al aceptar al otro en su ruptura emocional es posible entonces que exista su arrepentimiento: se crea un espacio vacío que no requiere justificaciones ni condiciones, un espacio para aceptarse a uno mismo en su insignificancia, en su no coincidencia consigo mismo. Perdonar significa aceptar al otro en su autenticidad, es decir, en su nulidad.

El perdón no es una forma de volver a conectar con el otro, es una forma de abrazar el vacío. El perdón se resigna a la herida que otros le infligen. No curamos esta herida por medio del perdón, sino la hacemos propia, nos identificamos con ella y seguimos existiendo amoldándonos a la forma de esta herida dolorosa.

Reshe concluye con esta idea demoledora:

El espacio vacío dejado por el perdón nos permite reconocer el dolor y el sufrimiento humano, no los cubre con fantasías reconfortantes o justificadoras. Habiendo dominado el arte del perdón, es decir, habiendo aprendido a soportar nuestro propio vacío y sufrimiento, nos convertimos en un agujero negro en expansión que es capaz de contener no sólo nuestro propio sufrimiento y maldad, sino también el sufrimiento y la maldad de los demás. Aprendemos a morir no sólo nuestra muerte sino también la del otro. Esto no significa que tengamos la capacidad de aceptar a los demás en nuestro corazón, sino de tener la capacidad de abrazar al otro con nuestro vacío, con nuestra insignificancia y con la insignificancia de los demás.


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